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En la actualidad, gran parte de la identidad de un adulto se vincula estrechamente con sus estudios y su carrera profesional. A lo largo de la vida, se destaca y valora el ámbito académico, desde la infancia, donde las figuras de referencia enfatizan la importancia de estudiar para aprender y alcanzar metas laborales deseadas. Aunque esta perspectiva inicialmente parece positiva, debido a que logra impulsar la consecución de objetivos, también puede tener un impacto significativo en la autoestima y el bienestar emocional de niños, adolescentes y adultos.

La presión asociada con el rendimiento académico puede generar preguntas angustiantes como: ¿Qué sucede si no logro obtener buenas calificaciones? ¿El suspenso en un examen significa un fracaso? ¿Y si finalmente no encuentro trabajo de aquello que he estudiado? Estas inquietudes, que todos hemos experimentado en algún momento, pueden dar lugar a inseguridades, malestar emocional y sentimientos de fracaso.

Es fundamental asignar el valor preciso a las diversas áreas de nuestra vida que construyen nuestra identidad, reconociendo quiénes somos y quiénes aspiramos a ser. No obstante, esta valoración debe ser impulsada por la búsqueda de objetivos que nos llenen, en lugar de ser percibida como una obligación. La asociación entre el rendimiento académico o laboral y la valía personal puede generar presiones poco realistas, llevando a una constante autoexigencia para alcanzar ideales predefinidos. La consecuencia de no alcanzar estos objetivos puede interpretarse como un fracaso, afectando la autoestima y generando miedos que, a su vez, pueden desmotivar o incluso evitar intentar nuevos desafíos.

El papel del contexto se vuelve esencial para cultivar una relación positiva entre la valía personal y los logros en el ámbito académico o profesional. Es crucial reforzar conductas que acerquen a las personas a sus metas, motivándolas, pero siempre recordando que el no lograr un objetivo específico no implica una falta de valía personal, siempre y cuando se sientan orgullosas del esfuerzo invertido.

La importancia de sentirse orgulloso del propio proceso radica en la tendencia generalizada de valorar los logros basándose únicamente en los resultados. Esto da origen a comparaciones, la presión constante por destacar y, sobre todo, el temor a no hacerlo. Un entorno propicio y positivo se convierte en un factor crucial para el bienestar psicológico, permitiendo que las personas desarrollen una perspectiva equilibrada que valora tanto el esfuerzo como los resultados.

En conclusión, desmitificar la asociación entre el éxito personal y los logros académicos o profesionales es esencial para fomentar un ambiente propicio para el desarrollo integral de las personas. Celebrar el proceso, aprender de los desafíos y cultivar un sentido de valía independiente de los resultados son elementos fundamentales para construir una identidad sólida y promover el bienestar emocional en todas las etapas de la vida.

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