En nuestro día a día estamos expuestos a pérdidas, pérdidas que pueden ser más o menos importantes en la medida en la que así sea el vínculo existente. Desde la ruptura de nuestra amistad en la infancia, la muerte de nuestra mascota, cambio de hogar, muerte de personas cercanas a nosotros y familiares, pérdida de vínculos en determinadas circunstancias, pérdidas gestacionales etc. Hablar de duelo no significa reducirlo a la muerte, cualquier pérdida que experimentamos puede desencadenar la elaboración de un duelo.
Ante este tipo de circunstancias que implican asumir una pérdida, normalmente surge la pregunta ¿Lo estaré llevando bien? Este es el punto en el que me gustaría detenerme hoy ¿Existe una forma correcta de transitar un proceso de duelo? ¿En caso de que exista cuál sería?
En primer lugar, habría que dejar claro que cada uno experimenta el dolor de una manera única y aunque existen unas bases teóricas que nos permiten contextualizar y distinguir lo que puede ser un problema psicológico de lo que no, es imprescindible tener en cuenta la historia particular y las propias necesidades de cada persona. Es muy probable que hayas escuchado que durante el duelo se pasan por distintas fases: la negación, la ira, negociación, tristeza y aceptación. Sin embargo, estas fases no siguen un orden establecido, ni tampoco tienen que darse todas, dependerá de cómo cada persona reaccione ante la pérdida, cada pérdida puede ser diferente y por tanto, la forma de afrontarlo puede variar.
Cada duelo es válido aunque no lo entiendan los demás.
El duelo es un proceso natural de adaptación que implica un reajuste de la realidad y este proceso puede resultar disfuncional en el momento en el que para reducir la incertidumbre que nos genera experimentar una amplia gama de emociones, intentamos sentir control y para ello estamos continuamente atentos a lo que sentimos porque queremos estar bien ya.
Esta forma no es más que otro método para evitar el malestar, el malestar que nos causa vernos experimentando emociones dolorosas, el malestar que nos causa que nos afecten estas emociones en nuestro día a día, tener que asumir algo que no queremos y que puedan interferir incluso con nuestras funciones a nivel personal y profesional. Sin embargo, para transitar el duelo hay que sentir y sentir implica en este caso llorar, tener rabia, experimentar tristeza, sentir alivio etc., es imposible que podamos hacer un reajuste de nuestra vida sin que exista en mayor o menor medida un dolor por tener que dejar atrás algo o a alguien, pero finalmente todo se termina acomodando y obteniendo su lugar.
Por último, me gustaría mencionar algo que por mi experiencia clínica puede dificultar mucho el proceso de duelo: el miedo a soltar y el miedo a aceptar. En la mayoría de casos entienden soltar como sinónimo de olvidar, es decir, desprenderse de los recuerdos. Sin embargo, soltar significa permitirse sentir y enfrentar las emociones relacionadas con la pérdida de frente mientras que olvidar es una forma de escapar de ellas. No obstante, el miedo a soltar es diferente al miedo a aceptar la pérdida algo que también limita. Aceptar la pérdida implica sanar mi relación con la pérdida, sin la necesidad de estar de acuerdo con lo ocurrido.
Como aparece en el libro Hazle un hueco al dolor de Dany Blazquez “Soltamos cuando no nos resistimos, aceptamos después de haber soltado y haber sobrevivido a ello”.