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Las relaciones sexoafectivas desempeñan un papel fundamental en la vida de la mayoría de las personas, lo que las convierte en una fuente común de preocupación. A través de la experiencia obtenida trabajando con consultantes de diversas edades, se ha identificado un denominador común: la dificultad para establecer y mantener relaciones de pareja satisfactorias.

En el caso de los jóvenes, se observan distintos obstáculos a la hora de entablar relaciones de pareja. Uno de los más destacados es el miedo al compromiso. Muchos jóvenes tienden a buscar relaciones sexoafectivas esporádicas que no requieran una responsabilidad afectiva significativa.

Existe una percepción generalizada de que la soltería está asociada con la libertad y la independencia, mientras que una relación de pareja se ve como una  amenaza a esa autonomía. Es cierto que estar en una relación implica hacer ciertos ajustes en la rutina y considerar las necesidades de la otra persona. Sin embargo, esto no significa que la individualidad y la independencia deban perderse. Las concepciones que los jóvenes tienen sobre las relaciones reflejan un aprendizaje basado en modelos de relaciones románticas poco saludables. En estas, la dependencia emocional, la necesidad de pasar mucho tiempo juntos, el sacrificio de intereses personales y la constante conexión digital son la norma.

También, se observa en contraposición entre los jóvenes una falta de compromiso y consideración hacia las necesidades de la pareja. En muchos casos, el interés se limita al aspecto sexual, con la creencia de que la juventud es una etapa para disfrutar sin ataduras y para mantener la validación a través del interés de múltiples personas. Este último aspecto es crucial para entender la reticencia al compromiso; la percepción es que comprometerse implica perder otros estímulos que proporcionan bienestar y validación personal, como la atención de otras personas.

Otro factor clave que complica las relaciones entre los jóvenes es su contexto.

Coincidir en tiempo y espacio con una pareja potencial puede ser un desafío considerable, dado que la mayoría de los jóvenes están en fases tempranas de sus carreras profesionales o académicas, lo que conlleva una falta de estabilidad que dificulta las interacciones regulares.

Por ejemplo, pueden recibir ofertas de trabajo que impliquen mudarse repentinamente. Estos cambios continuos y la posibilidad de mantener relaciones a distancia constituyen uno de los grandes retos en las relaciones jóvenes.

A continuación, se procederá a examinar las dificultades que enfrentan las personas adultas al establecer relaciones de pareja. A menudo, los jóvenes consideran que la etapa adulta es la más adecuada para la formación de relaciones estables, dado que se asume que existe una mayor estabilidad personal y profesional en comparación con etapas anteriores de la vida. Sin embargo, al trabajar con consultantes adultos, se observan diversas barreras que pueden complicar la formación y mantenimiento de relaciones afectivas.

Uno de los obstáculos más significativos que enfrentan las personas adultas es la existencia de lazos familiares previos. Es común que muchas personas hayan formado familias anteriores, lo que incluye la posibilidad de tener hijos o de asumir responsabilidades familiares significativas, como el cuidado de familiares mayores o dependientes. Estas circunstancias pueden añadir una complejidad extra a la hora de conocer a una nueva persona, ya que implica la necesidad de integrar estas responsabilidades dentro de una nueva dinámica de pareja. La gestión de estos lazos puede resultar un desafío considerable, tanto desde el punto de vista de organización como emocional, ya que la persona debe equilibrar su nueva relación con las demandas familiares preexistentes.

Además, los adultos suelen enfrentarse a consecuencias psicológicas derivadas de sus experiencias pasadas en el ámbito de las relaciones. La acumulación de vivencias previas, tanto positivas como negativas, puede influir en la manera en que las personas se acercan a nuevas oportunidades de relación. Es posible que, debido a experiencias anteriores, se haya desarrollado una mayor reticencia a la hora de abrirse a nuevas relaciones, lo que puede manifestarse en una desconfianza más acentuada o en un mayor temor a exponerse a nuevas situaciones que podrían llevar a una reorganización significativa de sus vidas.

La desconfianza en nuevas relaciones es un aspecto recurrente entre los consultantes adultos. Esto puede estar relacionado con experiencias previas de desilusión o traición que han dejado una huella emocional profunda, llevándolos a ser más cautelosos en sus interacciones futuras. El miedo a ser herido nuevamente o a sufrir pérdidas emocionales puede llevar a una actitud más reservada y a una mayor dificultad para establecer conexiones profundas con nuevas personas.

Además, la edad adulta a menudo trae consigo una mayor autopercepción y una mayor claridad sobre las propias necesidades y expectativas en una relación. Esta claridad, aunque beneficiosa en muchos sentidos, también puede llevar a una mayor selectividad y, en algunos casos, a una menor flexibilidad en la búsqueda de una pareja. Las personas adultas pueden tener criterios más definidos sobre lo que buscan en una relación, lo que puede limitar las  opciones y hacer que el proceso de encontrar una pareja compatible sea más complicado.

Es importante considerar el impacto de las dinámicas sociales y culturales en la vida de los adultos. La presión social para conformarse a ciertos estándares o expectativas sobre cómo debería ser una relación en la edad adulta puede influir en la manera en que las personas se acercan a la formación de nuevas relaciones. Las normas culturales pueden dictar ciertas expectativas sobre la vida en pareja y dificultar la formación de relaciones que no se ajusten a estos modelos preestablecidos.

En conclusión, tanto los jóvenes como los adultos se enfrentan a diversos desafíos al intentar establecer y mantener relaciones sexoafectivas satisfactorias. Los jóvenes a menudo lidian con el miedo al compromiso y la percepción de que las relaciones pueden amenazar su independencia. Por otro lado, los adultos enfrentan complicaciones derivadas de la integración de lazos familiares previos y de experiencias pasadas que pueden generar desconfianza y selectividad. Estos factores, junto con las influencias sociales y culturales, subrayan la complejidad y la importancia de abordar las relaciones de pareja desde una perspectiva personal más profunda. Es fundamental elegir a una persona que comparta los mismos valores o, en su mayoría, intereses comunes, y evitar establecer una relación por la mera necesidad de sentirnos queridos o por el miedo a la soledad.

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