Skip to main content

En los últimos años, hablar de salud mental se ha vuelto más común, lo cual, en principio, es una muy buena noticia. Hoy en día vemos cómo temas que antes eran tabú ahora se discuten en redes sociales, en la televisión o en conversaciones cotidianas. Esto ha ayudado a dar visibilidad a algo que durante mucho tiempo fue ignorado.

Sin embargo, esta popularidad también ha traído ciertos riesgos. Uno de ellos es el aumento de discursos sin base científica, promovidos por personas sin formación en psicología.

Frases como “todo está en tu actitud” o “si realmente quisieras cambiar, ya lo habrías hecho” pueden sonar motivadoras, pero muchas veces solo generan culpa y confusión.

Como psicóloga, me parece fundamental destacar que hablar de salud mental está bien (ya sea entre amigos, familiares o incluso desconocidos), pero debemos tener cuidado con los mensajes que asumimos como verdad. Cuando estos mensajes provienen de supuestos “expertos” pero no están respaldados por evidencia, pueden hacer más daño que bien.

Una de las creencias más comunes que escucho en consulta es: “Debe haber algo mal en mí, porque si cambiara mi actitud, mis problemas desaparecerían”. Esta idea refuerza la sensación de que todo depende de la fuerza de voluntad o del pensamiento positivo, y eso simplemente no es cierto. La actitud puede influir, claro, pero no es la causa ni la solución mágica a nuestros problemas. En muchos casos, la actitud es más bien una consecuencia de lo que hacemos, no su origen.

Veámoslo con un ejemplo: imagina que cada vez que expresas tu opinión en una conversación, los demás te interrumpen o ignoran. Eso te hace sentir triste, frustrado o sin valor. Si solo te enfocas en “pensar en positivo” o “cambiar tu actitud”, puede que no veas resultados reales. Pero si empiezas a actuar de forma diferente (por ejemplo, aprendiendo a poner límites o expresarte con más firmeza) es más probable que esos sentimientos negativos cambien. En otras palabras, el cambio emocional viene después del cambio conductual.

Otro ejemplo clave para entenderlo: Si te llaman para dar una ponencia en un congreso importante y sientes inseguridad. Tener una actitud positiva puede ayudarte a prepararte mejor, a motivarte o a reducir un poco los nervios, pero si no te presentas y das esa charla, nunca tendrás la experiencia de haberlo hecho bien. Solo al actuar, aunque tengas miedo o dudas, podrás generar un cambio real en tu seguridad.

Por eso, es tan importante entender que no necesitas sentirte bien para actuar; muchas veces es actuando cuando empiezas a sentirte mejor. Esperar a que aparezca la motivación o la seguridad absoluta puede hacer que postergues indefinidamente aquello que te haría avanzar.

La actitud importa, sí, pero no es suficiente por sí sola. Lo que verdaderamente transforma nuestras emociones, las ideas sobre nosotros mismos y nuestras relaciones es lo que hacemos. Actuar, incluso con miedo, es el primer paso en el cambio.

PsiCorazonyMente

Dejar una Respuesta

Plugin the Cookies para Wordpress por Real Cookie Banner