Cuando piensas en el mes de Diciembre, ¿qué se te viene a la mente?, por lo general, vienen a la mente calles llenas de luces que parecen sacadas de una película, las risas de amigos y familia y esas mesas interminables que se llenan de platos y dulces. El verbo que mejor puede definir la navidad es el de COMPARTIR, ¿no creéis?
Si nos fijamos en la alimentación que solemos tener en navidad, las comidas suelen ser más densas, abundantes y con más dulces que en otras épocas del año. Para algunas personas esto no supone un problema, sin embargo, otras perciben este momento del año de una manera desagradable y cargado de culpabilidad como consecuencia del menú que consumen.
Si lo piensas bien, muchas veces el verdadero problema no es lo que comemos, sino cómo nos sentimos con nosotros mismos después. Nos ponemos demasiada presión y juzgamos cada bocado convirtiendo un momento de placer en una especie de examen personal.
Cuando cada comida viene cargada de culpa, es difícil disfrutarla. Es como si un pequeño peso se sentara sobre los hombros con cada bocado, y eso solo genera más ansiedad y una sensación de descontrol que está muy lejos de ser saludable. ¡Quién lo diría! Cuando nuestro objetivo principal durante todo el año es la adquisición de hábitos sanos.
La mente se mueve entre dos polos opuestos, por un lado, está el deseo de participar en las reuniones de forma plena y lo que eso conlleva y, por otro lado, el miedo a los excesos. De esta manera, una experiencia que debería unirnos con otros termina generando un conflicto interno.
Es importante recordar que cada acontecimiento se asocia con diferentes cosas y que, igual que en verano es normal sentir más calor, en navidad es normal comer más. A largo plazo tener entre dos y cuatro comidas más abundantes de lo normal no nos va a generar ningún daño, sin embargo, lo que sí puede deteriorarse es la relación con uno mismo si cada bocado va acompañado de reproches.
Por ello es necesario alimentarse de una forma amable, sin juzgar, porque un plato más puede influir mucho menos en nuestra salud que un pensamiento cruel dirigido a nosotros mismos.
Creo que la navidad debería ser un momento para relajarnos un poco, sin tanta rigidez. Comer un plato de más no arruina tus hábitos, lo que realmente nos hace daño es castigarnos por ello. Disfrutar con los nuestros y dejar la culpa a un lado es, al final, la forma más sencilla de cuidarnos.




